Que le espera a Rus en el futuro

El XIII congreso del PPCV, que la gran familia popular clausura hoy en Alicante, ha servido para ratificar el liderazgo de Alberto Fabra al frente de la organización. Pero también ha puesto en evidencia la existencia de problemas de convivencia, latentes desde hace diez meses, que deberá gestionar el jefe del partido.

Fabra ha superado con nota el pulso público y notorio de su presidente en Valencia porque tan solo un 18,7% de militantes secundó la asonada de voto en contra. Pero el congreso en esta provincia, el próximo 14 de julio, se antoja complicado.

La continuidad de Alfonso Rus como presidente provincial está en el aire; probablemente bastante antes de que los cerca de mil compromisarios cruzaran la puerta del Adda. Y la preservación de la convivencia orgánica también. Alfonso Rus cometió un gran error estratégico al promover un voto de castigo que se ha vuelto en su contra por varias razones.

Primero. Al retratarse ha puesto en evidencia su peso real. Sólo ha arrastrado 178 votos en blanco, pese a que Valencia aportaba cerca de 370 compromisarios, un resultado sin duda menor, puesto que en su revuelta contaba -en teoría- con críticos de toda la Comunidad. Ahora se ha probado que entre los suyos, los nostálgicos y quienes advierten en el discurso contra la corrupción de Fabra una espada de Damocles, la contestación a Fabra es minoritaria. En el mejor de los casos para Rus, su poder en Valencia no superaría el 48%. La dirección regional cree que un 5% de ese pequeño castigo procede de Alicante.

Segundo. Rus ha hecho grande a su enemigo íntimo, el nuevo secretario general, Serafín Castellano, quien debe sentirse animado y legitimado para apoyar cualquier candidatura alternativa a la del presidente de la Diputación.

Tercero. Con su órdago público, Rus no sólo ha confirmado su mala prensa en Génova, sino que ha dejado claro a sus conmilitones dónde está la orilla segura del partido y cuál es el camino para llegar a ella: el que ya han transitado el vicepresidente de la Diputación de Valencia Máximo Caturla (secretario ejecutivo de organización), el primer teniente de alcalde de Xàtiva, Vicente Parra; o el alcalde de Paiporta, Vicente Ibor (secretario de Justicia).

La razones de Alfonso Rus para oponerse a la designación de Castellano pueden ser comprensibles y razonables para muchos militantes en el PP. Su decisión de enfrentarse a Fabra en su congreso y el modo en que ha arrastrado consigo a algunos de los mejores activos del PP, en absoluto. No en balde algunos de sus colaboradores resumen la jugada con una frase rotunda: «Nos hemos hecho el harakiri». Rus y su equipo mantienen que Castellano quiere laminarlos, que en ningún caso se oponen a Fabra sino al secretario general, y que nunca quisieron imponer al presidente el número dos sino impedir la llegada a la dirección de un agente desestabilizador. Pero también es cierto que el pulso de ayer no es sino el colofón de un rosario de feos: el presidente provincial ha hecho ostentación innecesaria de sus desencuentros con Fabra, ha escenificado un frente antinatura con su no tan amiga Rita Barberá para presionar al presidente, ha acariciado proyectos conspirativos de salón, ha escandalizado a la plana mayor de Génova con su vehemencia (Congreso de Sevilla) y el jueves pasado declinó una invitación a comer del jefe del partido (para cerrar la ejecutiva) alegando que él no se sentaba a la mesa con Castellano; el mismo militante con el que almorzó no hace tanto en uno de sus populares encuentros sabatinos.

La imagen de la ruptura se escenificó ayer durante la entrada al plenario de Fabra. El presidente regional prácticamente negó el saludo a Rus.

Sobre el recorrido de esta guerra, puede que la respuesta esté tanto en Rus y su entorno como en el presidente, que tiene carta blanca de Génova (mejor que decidan ellos a que lo haga Castellano). En la dirección hay quienes prefieren no contestar y quienes creen que Fabra no hará nada «mientras Rus no cruce determinadas líneas rojas». Puede que ni siquiera la prioridad de la crisis, el natural comedido de Fabra y la lógica renuencia del presidente a abrir un problema en Valencia -recuperada Alicante gracias a la labor de José Císcar, llamado al mando provincial tras el descarte de Miguel Ortiz- salven a Rus… de sí mismo.

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