No llega al nivel del HALO pero se defiende

Dicen que a la tercera va la vencida, pero resulta que no. 

Al menos no del todo. Para no levantar ampollas, aclaremos desde el principio que Killzone 3 es un buen juego de acción y tiene tres de las características necesarias para serlo: es divertido, rápido y variado.

Ahora bien, la prensa más complaciente ha insistido a lo largo de muchas previas en situarlo a la altura de obras mayúsculas como la serie HALO o de notables ejercicios de acción descerebrada como Gears of War. Y se entiende. Sony necesita ese juego de acción exclusivo para su consola que anuncie bien alto que ellos también pueden.

Y ahí es donde Killzone 3 pincha en hueso. Porque las comparaciones son odiosas, y más en este caso. No tiene Killzone el dominio en la dirección ni los personajes principales de Gears of War; tan carismáticos. Tampoco el sentido de la épica ni el guión de HALO.

De hecho, parte de los grandes errores pertenecen a ese grupo: al de una historia que no acaba de convencer y unos mapas y misiones excesivamente encorsetados. Y si Killzone es recibido con loas y grandes notas, es más por pertenecer a una serie que siempre prometió más de lo que ofreció antes que por sus méritos, innegables, pero lejos de la excelencia.

Pese a todo, si uno se acerca a Killzone 3 sin el prurito de comparar X con Y; o si se disfruta como juego de acción con mucha fanfarria y alto presupuesto, no como obra maestra y nuevo referente del género, la cosa resulta innegablemente divertida.

VARIEDAD. Nadie negará su estética o el acertado cambio de timón que se le ha dado a la serie con momentos más espectaculares y variados: que si protagonizamos la clásica ofensiva, que si destrozamos al personal montados en la torreta de un vehículo blindado, que si defendemos una base en pleno asedio, eliminamos en silencio a los malos o nos ponemos a los mandos de un exoesqueleto militar.

Por no hablar del cambio en la paleta de colores y el decorado; de la extensión de los parámetros de juego naturales y propios de Killzone 2, con combates en entornos derruidos, a mapas de corte alienígena y caprichosa vegetación que sirve de cobertura. O a los parajes helados de mayúsculos icebergs y plataformas gigantescas plantadas en la nieve, donde por fin se puede jugar un poco: hasta entonces a uno le imponen a los enemigos, pero conduciendo la mochila cohete, el nivel de acción sube a los cielos.

En fin… ¿Rival para HALO? Ni de lejos. ¿Muy buen juego? Pues claro. Y eso, al fin y al cabo, es lo que importa.

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